Hace unos días se concedía el Premio de Infancia Solidaria Andalucía 2024 en una gala celebrada en Lucena (Córdoba) y entre los galardonados estaban un antiguo alumno de nuestro Colegio San José de Villafranca, Juan Valentín Fernández de la Gala, y su mujer, Isabel Calvo, con el premio a la familia solidaria de acogida.

En el acto de entrega, fue nuestro compañero de la Pr. del 79 quien agradeció el reconocimiento con estas palabras:

«Cuando a alguien le entregan un premio a la solidaridad debe plantearse dos cosas y ambas son preocupantes:
Primero, que, probablemente, no encajamos bien en el perfil que hoy se pide en el mundo para tener éxito. Isabel y yo estamos muy orgullosos de no encajar.
Y segundo, que ser solidario es siempre un mérito compartido. Basta con mirar hacia el levante de España estos días para darse cuenta de que en este mundo nadie se salvará solo. O nos salvamos todos o perecemos todos sin remedio.

La ética no es esa moral que se enseña desde los tratados o desde las cátedras. La ética es la forma en que cada uno de nosotros decide tejer las relaciones humanas, reconociéndonos en los ojos del otro y sabiendo que una hebra de lana no formará nunca un tapiz si no se entrecruza con otras, necesariamente de colores diversos.

Infancia Solidaria y la Red de Acogida a Migrantes nos han enseñado que en la vida podemos optar por subrayar lo que nos diferencia de otros (una lengua diferente, una religión diferente, una cultura diferente y hasta una gastronomía diferente) o bien optar por subrayar lo que nos une (unos mismos sueños, una misma dignidad, unos mismos derechos…) Y entonces es cuando te puedes ver en el otro como en un espejo.

Nosotros lo hacemos desde nuestro compromiso cristiano, pero es una lección extraordinaria saber que la solidaridad humana no es patrimonio de ninguna religión, sino de esa parte de nosotros mismos que nos vuelve universales y genuinamente humanos.

Todos ustedes conocen bien lo saludable que resulta para el cerebro y para el corazón:

  • Compartir otra cultura
    Relativizar la nuestra
    Escuchar el sonido de otras lenguas
    Percibir el tono de otras pieles
    Y descubrir que, en un país como el nuestro, como España, del que nos quejamos tanto a veces, no tenemos más remedio que apreciar el extraño privilegio de un sistema democrático, de una economía próspera y aunque el ambiente de crispación política es alto, no tenemos que soportar un conflicto abierto que ponga en riesgo nuestras vidas, disfrutamos de una sanidad y una educación publicas de calidad y de un sistema social que vela por los más vulnerables.

En estos tiempos tan difíciles y tan desesperanzados, que arde en conflictos bélicos cronificados y enquistados, que aclama estúpidamente a presidentes populistas, que sufre los efectos de devastación que nuestro comportamiento irresponsable con el planeta ha desencadenado, ¿qué podemos hacer? Porque cuando uno es joven, tiene el convencimiento de que podrá cambiar un mundo echado a perder. Pero luego nos hacemos mayores y nos conformamos ya con que el mundo no nos eche a perder a nosotros como personas. ¿Qué podemos hacer? Quizá sea bueno agradecer nuestra buena suerte y, desde ahí, velar por un mundo en donde esos privilegios que disfrutamos dejen de ser privilegios para convertirse en derechos elementales para todo ser humano.

Quizá no hace falta cambiar el mundo. Bastará con cambiar el metro cuadrado que nos rodea y en el que tejemos relaciones éticas con los otros. Depende de nosotros que ese metro cuadrado sea acogedor, solidario, equitativo, conciliador, esperanzado, estimulante… Y que eso pueda resultar ejemplar para otros.
Conocer a Infancia Solidaria ha sido justamente eso: ejemplar para nosotros.

Así que esta noche, aquí en Lucena, la ciudad cordobesa en donde late la voluntad y el ánimo de Infancia Solidaria, como un corazón sano, NO hemos venido a recibir un premio, hemos venido a celebrar con todos vosotros que existe INFANCIA SOLIDARIA. El premio es estar aquí esta noche con todos vosotros, con gente como vosotros, que sabe poner por delante el corazón, antes que los prejuicios, la desconfianza o el temor al que es distinto.

Así que, INFANCIA SOLIDARIA (y todos los que ayudáis a sostenerla), enhorabuena por este premio que es vuestro y gracias, gracias, por hacernos partícipes de tan hermoso trabajo».

 

Y nosotros nos unimos a la felicitación que les llega a través de este reconocimiento porque encaja con lo aprendido y vivido en nuestro Colegio, que nos forma para ser «hombres y mujeres para los demás».