El sábado 18 de junio, cerca de 40 integrantes, mas un buen grupo de familiares, de la promoción de 1976 celebramos nuestras “bodas de nada” (nos reunimos porque nos pareció bien) en el Colegio, que muchos no habíamos vuelto a pisar en mucho tiempo. Con la colaboración amabilísima de Laura Díez García, eficiente Community Manager (en nuestro tiempo no había esas cosas) y del P. Antonio Cruz, SJ, Consiliario de la Asociación de AA. AA., llegamos a los jardines del Colegio, ya un tanto solitario en estas fechas. El P. Cruz celebró la Eucaristía en la capilla, con lo que los sentimientos empezaron a salir a flor de piel.

Con la guía de nuestros anfitriones y la ayuda de nuestro compañero Lorenzo Corral, profesor en el Colegio, hicimos una rápida visita que para muchos de nosotros supuso un verdadero redescubrimiento de lo que es ahora mismo el Colegio, con un vistazo a las aulas de trabajo por proyectos, a los excelentes dormitorios de la residencia (¡nada que ver con nuestras muy espartanas camarillas!), pero también de lo que fue, porque algunas cosas no cambian con el tiempo; más bien, como los buenos vinos, toman solera. Y, puesto que, a veces, como bien sabía Proust, son los detalles mínimos los que, sorprendentemente, tienen mayor fuerza de evocación, citaré lo mucho que nos impresionó encontrar perfectamente conservados los suelos de madera de las plantas superiores, o la campana, sospechamos que fuera de uso, en la esquina de la entrada (casi buscábamos con la mirada al inolvidable Clemente, con su “pinganillo” en la oreja), o el imponente salón de actos, que sigue impresionando nada más entrar.

Pero como, según decía Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río, además de lo que fue, que conservamos tal cual estaba hace cuarenta y cuatro años en nuestro congelador de la memoria, también fuimos capaces de ver lo que es y lo que será: un foco de la mejor educación en Extremadura con todos los adelantos posibles, con proyección internacional (hay una buena colección de alumnos extranjeros) en el espíritu ignaciano que tanto ha marcado nuestra personalidad, incluso independientemente de las creencias de cada cual. Existe una larga línea de personas que pasaron por aquí, que se desliza desde hace más de un siglo, de la que formamos parte; y nos gusta saber que está ahí, que somos parte de ella, y que seguirá existiendo.

Rematamos el día con una comida en lo que muchos recordábamos como “La Peña”, que resulta haberse convertido recientemente en un restaurante de primera categoría (doy fe de ello). Pero, como dice con frecuencia en sus libros Tolkien, para evitar digresiones, “eso es otra historia y debe ser contada en otro lugar…”.

Promoción 1976.
Villafranca de los Barros, 19 de junio de 2022.