P. ALBERTO DEL OLMO REDRUELLO, S.J.
Madrid 08/07/1940 – Badajoz 28/11/2025
Hombre recto (de planta y espíritu)
Educado en la reciedumbre del “Hogar del Trabajo” de Madrid (la Congregación Mariana de Trabajadores), dirigida por el P. José Mª Granda, con su estilo entusiasta, comprometido y de fortaleza espiritual. Eran épocas en donde, los EE en retiro de escrupuloso silencio, también llegaban a la clase obrera.
Alberto, al incorporarse al Noviciado de Aranjuez, con su inicial timidez, era el único procedente del ambiente trabajador, rodeado ahora de compañeros de un Madrid distinto al que él frecuentara. No era persona de trato social, si bien es verdad, que el ambiente propio del Noviciado tampoco lo favorecía. Le cogió la primera reforma de estudios del Juniorado. Algunos hicieron dos años. Otros pocos, tres. Alberto fue uno de ellos. Empezó a destacar como la mejor voz entre todos los compañeros. Dicción perfecta, reposada, matizada y acompañada con un timbre cálido. Hubiera sido un magnífico locutor. Daba gusto escucharle en las lecturas distractivas del comedor.
Los estudios de Filosofía prendieron en él más que los latines y tragedias griegas. Su mente racional descubrió su cauce. Fueron años difíciles. El Vaticano II estaba en plena ebullición. Nuevos aires aperturistas que había que respirar. Desconciertos. Planteamientos nuevos sobre la autoridad y la obediencia. Añoranza de más radicalidad en la pobreza y ministerios más sociales. Muchos razonamientos en pro y contra.
Apasionamiento en la clandestinidad. ”Chetus” de reflexión. Se inicia la moda de las “dinámicas de grupos” alentados por los psicólogos no jesuitas. Abandonos de vocación cada vez más frecuentes. El Rector, P. Múzquiz, rezumando amabilidad y profunda espiritualidad, trataba de orientar la tormenta. Un grupo reducido, entre los que se encontraba Alberto, seguían sus acertados consejos. Los filósofos necesitaban una orientación.
Llegaron los destinos de los maestrillos. A Alberto, el silencioso, se le destinó al Recuerdo, rodeado de bachilleres de lo más selecto de Madrid. Clases de Filosofía. Preparación minuciosa de la asignatura, para exponerla, con una síntesis precisa y asequible a los 17 años. Seriedad, rectitud, equilibrio, ante esa edad de probarlo todo. No llegó a ser famoso, como otros muchos maestrillos.
Solamente cinco compañeros fueron destinados a vivir en Chamartín durante los estudios de Teología. Años demasiado convulsos. Estreno de los pisos hacinados. Traslado de Comillas a Madrid. Aulas masificadas. Poquísimo ambiente de estudio. Todo se remató con una huelga de estudiantes, promovida por jesuitas, y cierre de la Faculta de Teología, en pleno mes de enero. A aquellos cinco jesuitas se les apodaba “esquiroles”. Aislados de tantos comentarios y críticas, se dedicaron a estudiar lo que podían. Aquí se acrecentó en Alberto la pasión por devorar libros. Al ir a las librerías, le resultaba difícil no salir con varios tomos en una bolsa. Todo le interesaba; desde lo propio de las asignaturas de Teología, a lo nuevo del pensamiento especialmente Psicología. En su cabeza había un exceso de zumbidos. Seguía teniendo cerca al P. Múzquiz, con el que mantenía conversaciones interminables. Y, por si fuera poco, empezaba la decisión definitiva de la ordenación al sacerdocio.
Llegó su primer destino: Escuelas Profesionales “Hº Gárate” en Ciudad Real. ¿Dónde está eso? El lugar más desconocido y aislado de la “Provincia jesuítica de Toledo”. Responsable de la pastoral. Casi nadie sabe cómo lo hizo, pero consiguió dar EE a más de la mitad de las promociones de maestría (18 años), con un éxito muy notable. Amplió su campo de trabajo en el Colegio Menor Femenino de las Hnas. de Mª Inmaculada. Su prestigio iba en aumento. Grupos, convivencias, dirección espiritual… Se hicieron famosas sus homilías, cortas, precisas, profundas y vividas, en las que estaban escogidas cada una de las palabras. Llegaban al corazón y a la cabeza. “Los Gárates” (apodo familiar de la Escuela en toda la ciudad) era el centro de espiritualidad juvenil con creciente inquietud vocacional. Aires nuevos ante una población tan tradicional. Su trasparente voz y su exquisita precisión, le llevaron a hablar por las ondas de Radio Popular. Un éxito claro, desconocido, porque aún no había apenas intercambio entre los dedicados a la Pastoral Juvenil. Nueve años dan para mucho.
Cambio de destino a Badajoz. Aparentemente similar, porque allí también había internado (muy distinto del afamado de Villafranca) y Escuelas Profesionales. Tenía que abandonar la pastoral para tomar la tarea dura de dirección y disciplina. El temperamento manchego, con mucho de D. Quijote, no se parecía al extremeño, tan espontáneo y bullicioso. Sus intentos en espiritualidad fueron vanos. Hizo popular su dicho cariñoso de que los extremeños: “no tienen alma”. Su seriedad, rectitud y puntualidad, no encajaban con la broma y humor para justificar los retrasos e irresponsabilidades.
Sensación de fracaso, mezclado con un zumbido intelectual intenso, son malos consejeros. Necesitaba, al menos, un año sabático para poner orden y lógica en su revuelto mundo interior. Demasiados planteamientos. Un año de lecturas continuas, consultas, diálogos… Todo sugería algo, y al mismo tiempo no convencía. Espigaba en todos los campos, sin cosechar.
Los veranos los pasaba en una parroquia de hispanos en New York. Le daban oxígeno. Le trasformaban. La cercanía, el cariño, la sencillez, la religiosidad espontánea y auténtica le llegaban al corazón y empezaba a relativizar sus intransigencias y hacer vibrar ese corazón escondido tras sus facciones inamovibles. Empezó a perder miedo a sonreír. Entre aquellas buenas familias no se necesitaba pensar, sino querer.
Volver a Madrid no le atraía nada. No encontraba su sitio, y por añadidura, era un desconocido. Hablando con el Provincial, entendieron que lo mejor era permanecer una temporada a la sombra de los rascacielos, en donde se sentía útil y estimado. Pero aquello no podía ser un destino permanente, y después de dos años inolvidables, se le reclamó para la Provincia. Y ahora ¿dónde?
Casualmente me lo encontré en Madrid. Después de darnos un abrazo jesuítico, comentando nuestros respectivos periplos tan distintos. Contuvo, su tristeza en el rostro, pero no en sus sentimientos. Me confesó su confusión al volver a la Provincia, en donde no encontraba sitio. Le ofrecí la oportunidad de que se viniera conmigo al Colegio de Villafranca. Conversación larga en el viaje entre silencios y desconciertos, siempre con la mirada al “lejano oeste”. Le ofrecí tarea en el internado de los mayores y clases de Filosofía. En el Colegio de las Carmelitas, podría dar Religión a las mayores y atender a la pastoral. Un público muy receptivo y responsable. Creo que todo fue un acierto. Solamente me pedía dos exigencias: tener una distribución clara para disponer de su tiempo para la lectura, y volver a América en verano. Arregló su despacho, colocando con toda exactitud en los estantes los muchos libros bien alineados, sin que sobresaliesen unos de otros, los papeles en carpetas clasificadoras y un paño de polvo para pasar por la mesa cada vez que se sentaba. Volvió a encontrar entre los extremeños rurales, aquel ambiente de los hispanoamericanos de sonrisa fácil, resignación campesina, detalles maternales de unas perrunillas o aceitunas “machás”. Progresivamente se iba sintiendo a gusto, y sobre todo, querido y estimado. Así, ¡casi 20 años sin salir del pueblo!
Su añoranza neoyorquina le llevó de nuevo a esas ¿tierras? (bloques de hormigón y acero) y volvió a conectar con sus antiguos feligreses. Años felices. Superación de problemáticas. Los libros, ahora le iluminaban y entretenían, pero no le problematizaban. Había aprendido mucho: a relativizar, a aceptar lo incomprensible.
Con 75 años ya conviene acercarse a la patria chica, en donde le esperan recuerdos de muchas personas, aunque no de jesuitas, para los que seguía siendo un desconocido. Vuelve a Extremadura, tierra de Conquistadores, a vivir su jubilación, con paz, alegría siempre contenida, y servicialidad para las cosas pequeñas. Parroquia en Badajoz. En el catálogo dice: “operario”, es decir, para lo que se presente. Un tumor empezó a minarlo, pero lo llevaba con la serenidad que siempre tuvo. Puedo decir, que fue una persona a la que nunca vi enfadado.
¡Qué regalo su paso por nuestros colegios, parroquias y provincia!
¡Qué pena que, una vida interior tan rica pase desapercibida!
Jaime de Peñaranda S.I.
09-12-2025
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